Después de un periodo de 19 días de ayuno, los bahá’ís de todo el mundo celebran su año nuevo, el Naw-Rúz.
El Año Nuevo Bahá’í, o Naw-Ruz, que significa «nuevo día» en persa, es celebrado por los Bahá’ís de todo el mundo cada año coincidiendo con el equinoccio de la primavera en el hemisferio norte. Solo en España, más de 5.000 bahá’ís festejan esta ocasión junto con sus amigos y familiares. Con la llegada del 21 de marzo —a partir de la puesta del sol el calendario bahá’í cuenta un nuevo día— se pone fin a un período de 19 días de ayuno —coincidiendo con el último mes bahá’í— y el inicio del año 176 para los bahá’ís. El calendario bahá’í consta de 19 meses de 19 días. Cada día y cada mes lleva el nombre de uno de los atributos de Dios, para recordar la conexión que se considera que ha de existir con Él. Otra característica de este calendario es que es solar y no lunar. También es uno de los 9 días festivos bahá’ís en los que se suspende el trabajo. El Báb —precursor de Bahá’u’lláh— fue quien propuso el calendario que después adoptarían los bahá’ís . El año nuevo va más allá de un evento en el calendario. Es un reflejo de la primavera y la nueva vida que trae; una oportunidad para revigorizar los poderes del espíritu y reexaminar los asuntos del corazón y de la conciencia. Comienza con la idea de que la renovación en el mundo de la naturaleza es de hecho un símbolo de renovación espiritual, y una ocasión para que el individuo explore cómo contribuir al bienestar material y espiritual de los demás. El calendario bahá’í es una de las señas distintivas de la Fe bahá’í. De hecho, la creación de un calendario propio es una característica de todas las religiones independientes de la historia. En cada una de ellas, un nuevo sistema para medir los días, meses y años sirve para resaltar la importancia histórica de la aparición de su profeta fundador y el inicio de una nueva era. Para los bahá’ís, estas diversas creencias y épocas religiosas están conectadas entre sí y constituyen etapas de un único proceso espiritual que permite a la humanidad acercarse a su Creador y evolucionar hacia niveles más complejos y ricos de civilización.