La historia de la Fe Bahá’í
«La esencia de la Enseñanza de Bahá’u’lláh es el amor que todo lo abarca, ya que el amor incluye todas las excelencias de la humanidad.»
‘Abdu’l-Bahá
Inicios
El Báb (1819 – 1850)
En 1844, Siyyid `Alí-Muhammad, de Shiraz, Irán, proclamó que él era el Báb («la Puerta»), según un concepto religioso chiita, preparador y anunciador de la próxima llegada de una nueva Revelación divina. Sus seguidores fueron conocidos como bábís. A medida que se difundían las enseñanzas del Báb, el clero islámico veía amenazadoras, las enseñanzas reformistas del Báb y la interpretación poco convencional de las enseñanzas religiosas. Los teólogos de la época condenaron enérgicamente las enseñanzas de Báb. los bábís fueron objeto de una persecución cada vez mayor, a veces obligados a elegir entre renunciar a sus creencias o ser torturados y asesinados de las formas más crueles. El propio Báb fue encarcelado y finalmente ejecutado en 1850.
La tumba de Báb se encuentra en Haifa, Israel, y es un importante lugar de peregrinaje para los bahá’ís. Los restos del Báb fueron traídos desde Persia a Tierra Santa y finalmente fueron enterrados en el Santuario construido para ellos en un lugar designado específicamente por Bahá’u’lláh.
Santuario del Báb
Nacido en 1817, Bahá’u’lláh era miembro de una de las grandes familias patricias de Persia. La familia podía trazar su linaje hasta las dinastias reinantes del pasado imperial persa y contaba con riquezas y amplias propiedades. Rechazando estas ventajas que le ofrecían su posición en la corte Bahá’u’lláh se hizo famoso por su generosidad y amabilidad lo que le ganó el profundo amor de sus paisanos.
Cuando El Báb declaró que pronto llegaría la promesa de todos los tiempos predicha por las religiones del pasado y que su mensaje contendría las claves para la unificación de la humanidad, Bahá’u’lláh se unió a sus seguidores y pronto fue perseguido como otros partidarios del Báb. En 1850, cuando El Báb fue ejecutado y unos 20.000 de sus seguidores fueron asesinados, Bahá’u’lláh fue apresado y desprovisto de todas sus posesiones terrenales. Fue encarcelado, torturado y deportado de Persia, en lo que sería el inicio de un exilio y persecución que duraría 40 años.
Primero fue exilado a Baghdad donde, en 1863, anunció que Él era el prometido por el Báb. Desde Baghdad, Bahá’u’lláh fue enviado a Constantinopla, a Adrianópolis y finalmente a Acre, en Tierra Santa, donde llegó como prisionero en 1868.
Tanto en Adrianópolis, como después desde Acre, Bahá’u’lláh dirigió una serie de cartas a los gobernantes de su época, unos documentos que habría que catalogar entre los más destacados de la historia religiosa. En ellos proclamaba la proximidad de la unificación de la humanidad y el nacimiento de una civilización mundial. También llamaba a los reyes, emperadores y presidentes del siglo diecinueve a reconciliar sus diferencias, a limitar sus armamentos y a dedicar sus energías al establecimiento de la paz mundial.
Bahá’u’lláh falleció en Bahjí, a poca distancia al norte de Acre, y allí está enterrado. En ese momento sus enseñanzas ya habían comenzado a extenderse más allá de los confines del Oriente Medio y su Tumba es hoy el punto focal de la comunidad mundial que esas enseñanzas han originado.
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